Hora de la siesta


Era a la hora de la siesta
cuando todas las mosquitas
salían a jugar, y mariquita lloraba.
Lloraba y le ponía pausa a su emepetrés.
Las ventanas se empañaban
y las lágrimas que de a poquitito
se habían acumulado en el balcón de los ojos
empezaban a suicidarse.
cachete y cuello para algunas,
cachete y precipicio para otras.
sal en todas y un caminito blanco al despertar.
A la hora de la siesta
todas las mosquitas salían a jugar
y mariquita no.